domingo, 18 de abril de 2010

Soy un marica al que le gustan las mujeres

Un homenaje a las mujeres que le han aportado a la vida de este marica.En especial a Gloria Hernandez “La chiquitica“


Soy un marica al que le gustan las mujeres … Tienen una manera particular de revolucionar que deberían aprender los “varones”

A propósito de la reciente celebración del 8 de marzo

Desparpajada y con una amplia sonrisa, una señora a quien nunca había visto, me sorprendió con sus palabras directas y firmes mientras hacia la fila de pago en el supermercado de cadena:
- Mucho gusto. Soy Estela. Usted no me conoce pero yo lo admiro por las cosas que dice en televisión.Siga adelante, me gusta su política.A esta sociedad hay que decirle las verdades para que piensen.
Me sentí algo ruborizado. Pero muy rápido mi atención se centró en sus maneras del lenguaje, abiertas y sarcásticas. Rasgos indiscutiblemente femeninos que he tenido el privilegio de apropiarme a lo largo de mi vida y en la relación con algunas mujeres, reales o magnificadas. Compañías importantes para mí proceso de vida pública. Gracias a las mujeres, aprendí a leer la vida desde múltiples dimensiones y a superar esquemas rígidos que la cultura me determinó como macho.Ellas, en particular las que se atreven a romper con el modelo de las féminas, desarrollan otras maneras de validar o descalificar situaciones. En lo que radica su capacidad, para hacerse tu más fiel aliada, cómplice, o la peor de las detractoras. La primera de quien aprendí, cuando apenas rondaba los seis años, fue de Ofelia, una india de ojos claros y mirada picara que me toco como madre. Su discurso cotidiano centrado en refranes o dichos populares, terminó desarrollando en mi una malicia indígena, para leer mas allá de las palabras o para interpretar los gestos, con que las vecinas conservadoras pretendían ocultar cosas de dudosa moral y evitarle así escándalos a los menores.Vos tenés que ser alguien importante en la vida, era su sentencia más constante. Pero no se refería tanto a los logros materiales, como a la posibilidad de hacerme oír. En ese sentido, destacaba como mi mayor virtud, la capacidad para hablar en público. Aunque, por lo general, terminaba señalado de indiscreto. Ella entraba, entonces, al rescate, con alguna sentencia salvadora: El es así, va diciendo las cosas. Y me miraba con una sonrisa como indicio de su compinchería. Con ella me envalentoné siempre a llamar a las cosas por su nombre, al tiempo que aprendí una actitud calmada contraría del “macho” que solo abre la boca para descrestar o para cazar broncas.María, “la Virgen”, fue luego una buena compinche de mis sueños infantiles. Con la ventaja de su irrealidad y por ende de su omnipresencia. Se me hacia una línea más directa para llegar a dios: Quién más que su madre, para mediar mis peticiones, fantaseaba. Con mayor razón cuando en Ciudad Don Bosco, el internado para gamines, descubrí a la Auxiliadora, una virgen por fuera de todos los cánones de la humildad. Un icono soberbio. Aliada ideal para cualquier loca en proceso de identidad juvenil que necesitaba una línea de conexión fantástica con el azar o el cielo. Fue en ella y no en Jesús, nunca me generó confianza en tanto macho que poco o nada entendería de maricadas, en quien aprendí a resguardar mis dolores de alma al descubrirme niño y adolescente homosexual y a confiar mis más maravillosos sueños como marica.Luego me fui haciendo hombre y vendrían relaciones con mujeres más reales, terrenales y políticas. La trabajadora social del internado, algunas monjas y rondando los quince años, Mery, mi noviecita lesbiana con quien descubrí, aunque teníamos sexo, otras maneras del amor como complicidad. Y un poco más adelante, Regina 11. Loca y bruja según los medios. Ostentaba, las dos condiciones necesarias para revolucionar y revolucionarse. Lo primero, muy cercano a mis cotidianos nombramientos de niño en el barrio, era la clave para atreverse a proponer sin razones, para osar romper con los esquemas de dogmas políticos y de religiosidades inquebrantables. Ella, demente, me enseñó a dejar de percibirme simple hijo o subalterno de dios, para considerarme molécula divina, parte importante de él. Qué locura. Transgredir las fronteras de la razón y de la norma inquebrantable, para generar o, al menos soñar, mundos imposibles, que de tanto soñarlos terminan por tornarse reales. Maricas en política seria y participativa, por ejemplo –fue Regina 11 quien me dio el primer aval para el Concejo-, o maricas como familia legal, que hoy disfruto.Y ni que decir del título de bruja, maga transformadora. Le aprendí que esas cosas que mucho se sueñan, con el poder de la mente terminan por cumplirse. Sólo había que decirlo, nombrarlo. Y para muestra, vi estando a su lado, como ante su discurso de salud, dinero y amor, ancianas decrepitas ad portas de la muerte, se tornaban en mujeres de vestimentas coloridas, con amplias sonrisas de dentaduras postizas, caritas maquilladas y espíritu revolucionario empuñando como símbolo y arma de lucha, esa insignia con la que la cultura tradicional las había denigrado como mujeres a amas de casa. Una escoba. Con razón, se fanatizaban. Imagine entonces la magia que podría lograrse con un discurso igual entre los maricas. Pasar de desprecio y auto desprecio, al orgullo y la responsabilidad social y ciudadana. Principal razón para adentrarme en los escenarios políticos. Por la misma época apareció en mi vida quien se convirtió en mi esposa por cuatro años. Ni escapismo, ni duda frente a mi identidad sexual Me enamoré de ella como persona, nunca como hembra y en su compañía descubrí la magia de pasar de la palabra lanzada al aire a la escritura. Ella me adentro en el maravilloso universo del narrar y hacer noticias de la vida cotidiana. Herramienta sin la que sería imposible haberme afianzado como activista LGBT y como el ciudadano gay de Medellín.Otras mujeres. Amantes más allá del cuerpo, desde los sueños compartidos, se han constituido en mis grandes y eternos amores. Guillermina, mi primera maestra del kinder. Inés, la viejita de la maruchenga que me preparaba comidas especiales con los productos que, como limosna, recogía puerta a puerta en los barrios aledaños: “para que tenga fuerzas de estudiar y salir adelante”. Doña María, la del ropero parroquial, que durante los bazares de San Isidro, me preparaba sorpresas especiales para mí, con libros en vez de juguetes: porque usted tienen que ser un hombre estudiado. Y qué decir de Lola, solterona y beata, a voluntad y no por falta de pretendientes, me contaba. Como si fuera su hijo, estaba pendiente de mis comidas mientras cursé hasta noveno grado en un barrio al sur de mi ciudad.En los años recientes mi lista de mujeres inolvidables, incluyen a Tere Castro. Me presentó a Lucho Garzón y lo convenció de que los maricas entre ellos yo, fuéramos parte de su sueño del Frente Social y Político –hoy El POLO-, de su propuesta presidencial y posteriormente de la lista ganadora al Senado en Cabeza de Carlos Gaviria Díaz. Florence Thomas, francesa de nacimiento, pero firme revolucionaria feminista en Colombia. Me secundo como madrina en la locura de realizar el primer matrimonio abiertamente gay, pero además me acompañó a llevarles esperanzas de dignidad a las mujeres de la zona del Picacho en Medellín. Desde la Universidad de Antioquia, Lucia Atehortúa y Clara Posada. Me permitieron ver a través de la ciencia las reales dimensiones de la vida. Berta Lucia y sus coequiperas, creyeron en mi capacidad profesional, como comunicador y realizador audiovisual, cuando apenas me graduaba de comunicador. Piedad Córdoba, una negra guerrera que respira y transmite el auto amor por todos sus poros. Una noche en su apartamento en Medellín y junto a un grupo amplio LGBT, conspiramos contra toda razón soñándonos leyes de igualdad para los y las diversos sexuales en Colombia. Mariluz Uribe, mi única acompañante al recibir el premio de periodismo. Dione, compañera de sueños para la nueva emisora comunitaria de la ciudad: La Esquina Radio.Los pensamientos sobre las mujeres en mi vida me habían hecho pasar el tiempo. Ya era mi turno para pagar el mercado. Sentí que la cajera me miraba con cariño. Posiblemente había escuchado los comentarios de la desconocida Estela, o era el reflejo de la alegría que me provocaban los recuerdos. Qué bien se siente, pensé, ser un marica que en complicidad con las mujeres ha podido ser feliz y cumplir sus sueños. Y me vino a la mente la imagen de Gloria Hernández, juntos soñamos construir el documento de política pública para las diversidades sexuales en Medellín, pero los egoísmos de algunos machos del sector en la ciudad, aquellos a quienes tanto defendió, y el embate final de un cáncer, nos truncaron el sueño. Tranquilo que la vida hablara por nosotros. Fueron sus palabras de mujer que recordare por siempre.