lunes, 23 de febrero de 2015

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viernes, 1 de febrero de 2013

Discriminación laboral por la orientación sexual


Un estudio divulgado esta semana aseguró tener “evidencias concretas” de que aún existe la discriminación en el trabajo en base a la orientación o identidad sexual del individuo. La investigación fue realizada durante el transcurso de una década por la Escuela de Leyes de la Universidad de California - Los Angeles (UCLA). Hace falta una ley de protección

Entre 15 y 43 por ciento de las lesbianas, homosexuales y bisexuales encuestados desde mediados de los años 1990s, dijeron haber sido víctimas de algún tipo de discriminación en sus centros de trabajo debido a su orientación sexual
El Instituto Williams de Orientación Sexual y Política Pública, la entidad dentro de UCLA que preparó la investigación, reiteró que estos resultados son “notablemente semejantes” a los obtenidos en un estudio similar realizado en 1992.

En aquella ocasión, entre 16 y 68 por ciento de las lesbianas, homosexuales y bisexuales entrevistados aseguraron haber sido discriminados en sus trabajos en algún punto de sus vidas. “La consistencia [en los resultados] sugiere que la discriminación en contra de las mujeres lesbianas, los hombres homosexuales y los bisexuales no está desapareciendo”, concluyó el sondeo.

Los individuos transexuales reportaron también índices similares de discriminación; entre 20 y 57 por ciento de ellos dijeron haber sido víctimas de discriminación laboral debido a su identidad sexual. “La existencia de la discriminación en el trabajo en base a la orientación sexual no es benigno”, señaló el economista M. V. Lee Badgett, director de investigaciones del Instituto Williams.

“Estudios revisados para este reporte revelaron que los homosexuales ganan entre 10 y 32 por ciento menos dinero que heterosexuales calificados para el mismo puesto”, añadió el académico.

El experto puntualizó que aunque el impacto en cuanto a los salarios de las lesbianas es menos preciso en comparación al de las mujeres heterosexuales; está claro que la mujer -independientemente de su orientación sexual- usualmente tiene un sueldo menor al de los hombres.

Si bien tampoco aún no se ha publicado un análisis preciso en torno a los ingresos de los transexuales, algunos de los que participaron en el estudio de UCLA dijeron estar desempleados por su condición sexual. Otros sondeos señalan que de 22 al 64 por ciento de los transexuales empleados ganan menos de $25 mil dólares anuales, agregó la investigación.

“Nuestro informe proporciona muchas perspectivas sobre la discriminación laboral de más de 50 estudios recientes”, comentó Badgett. “Podemos documentar con claridad de que la gente lesbiana, homosexual, bisexual y transexual son más vulnerables a ser discriminados y esto puede tener un efecto dañino en sus ingresos y en su trabajo”.

Debido a que las leyes federales del trabajo en la actualidad no protegen a los individuos según su orientación o identidad sexual, los autores del informe de UCLA aseguran que su estudio demuestra la necesidad de crear una legislación que proteja a este sector de la población.

“La consistencia sugiere que la discriminación en contra de las mujeres lesbianas, los hombres homosexuales y los bisexuales no está desapareciendo”, concluyó el sondeo.



EL TIPO DE FAMILIA NO ALTERA EL PRODUCTO

La familia siempre se ha considerado clave y constituyente básico de una sociedad. Tal es así que se describió, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como “el elemento natural y fundamental de la sociedad, con derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.
Tal relevancia es atribuida al seno familiar por su riqueza en los recursos que la persona necesita para crecer y madurar, y por ser donde la libertad puede expresarse en su totalidad. El hombre es un ser compuesto por varias dimensiones perfectibles: afectiva, social, corporal... Todas ellas se ven nutridas en la familia –en mayor o menor medida según edades; pero siempre pueden verse satisfechas en el seno familiar–.
Desde hace ya miles de años, el ser humano ha pasado de vivir en pequeños clanes a vivir en sociedades casi globales. El entramado de familias y sus interacciones forman las relaciones sociales. A su vez, la familia interactúa con el Estado y éste interacúa con aquélla; se puede afirmar, pues, que las familias dependen del Estado y viceversa, consiguiendo ambos lo que necesitan del otro.
Según sean las familias, de una forma u otro serán las sociedades; si esto es así, unas u otras serán las decisiones del Estado. Como se ve, el comportamiento de un gobierno y de una sociedad dependen enteramente de las familias. Podría afirmarse que las partes determinan el total. Esto justifica claramente el carácter “fundamental” que la Declacración Universal de los Derechos Humanos les otorga.
Resulta obvio que cada persona es única e irrepetible. Cuando se juntan dos individuos para formar una familia, el carácter único e irrepetible de los componentes pasa a formar parte del todo. De ahí que se pueda afirmar también que las familias son todas diferentes –aunque sí pueden compartir rasgos–.
Tomando como criterio las características de las personas, las familias se pueden clasificar de diversos modos: familia nuclear (madre, padre), familia monoparental (uno solo de los padres y descendencia), familia homoparental (pareja homosexual y descendencia adoptada), familia ensamblada (agregación de dos o más familias)...
Ciertamente cada persona posee una dignidad que no le puede ser arrebatada. Y como ocurre con el carácter único e irrepetible anteriormente comentado, la dignidad de los componentes también pasa a formar parte del todo. De este modo obtenemos familias monoparentales u homosexuales igualmente dignas que las compuestas por una mujer y un hombre.
Me gustaría concederme a mí mismo una pequeña licencia para detenerme en este punto sobre la dignidad e implicarme con el fin de recalcarlo. Las familias monoparentales y las homsexuales, por mucho que se sea reacio –sobre todo con la segunda–, siguen siendo igualmente dignas, respetables e igualmente merecedoras de la protección del Estado. Si recurrimos a la definición dada más arriba de que la familia es relevante “por su riqueza en los recursos que la persona necesita para crecer y madurar, y por ser donde la libertad puede expresarse en su totalidad”, pueden otorgárseles a las familias monoparentales y homosexuales iguales derechos –y deberes– que las formadas por un hombre y una mujer. La descendencia que se críe en estos senos familiares, al igual que en los heterosexuales, recibirán todo lo que necesiten para crecer: una educación, comida, afecto, etc...
Me atrevería a decir que estos dos tipos de familias –monoparental y homosexual– podrían ejercer mejor su papel que algunas heterosexuales en las que se ve machismo, violencia de género, frialdad, superficialidad... Obviamente, los dos últimos términos también podrían ocurrir en una familia monoparental u homosexual; no obstante, no se debería a que la pareja sea del mismo sexo o sólo haya una figura de referencia para la descendencia, sino que se debería a que las familias –de cualquier tipo– están formadas por personas, con un pasado, una historia, una educación que los ha configurado así.
Desde siempre, y bajo una visión influenciada por la religión, se han despreciado a las familias monoparentales y a las homosexuales, seguramente porque en otro tiempo, con otra configuración social, no eran familias procreadoras, por lo que no generaban ni mano de obra ni siervos ni nada –una mujer y su hijo no podrá procrear nunca si no es “en pecado extramatrimonial”, y dos hombres nunca podrán procrear–. Desde siempre y en todos los lugares, “por dinero baila el perro”, por lo que estos tipos de familia han sido tachadas de muy diversos nombres, como antinaturales, –a pesar de estar formadas por personas con dignidad–.