lunes, 18 de octubre de 2010

LAS DOS CENICIENTAS

No había una vez, sino muchas veces en las que Paula, pelirroja de ojos livianos, de nacionalidad rusa venía a casa con bolsas repletas de alimentos y cosas no comestibles. Era un espectáculo verla bajar de su automóvil fucsia, parecía un pequeño calamar tomando con sus tentáculos cada una de las bolsas; yo corría rápidamente a ayudarla, pues verla en esa situación semanalmente me había hecho tenerle cierta nostalgia o cariño. No sé cómo o cuándo conoció a mamá, pero debió haber sido un acontecimiento algo extraño, dado que mamá solía ir a exposiciones fotográficas lo mismo que a misa; la religión que por ese entonces prevalecía en casa, era domingo de películas y canchita dulce. Quizás se conocieron en Nueva Luna, a una cuadra de acá, lugar donde ver mujeres con cigarrillos enormes es cosa de todos los días, y Paula es una pelirroja de ojos livianos, reina de las muecas y de los cigarrillos cómicos. Debió de ser allí, no tengo dudas, mamá estaba con la mirada de mosca, sé que no se hubiera atrevido a conducir, así que decidió caminar, saludar a los vecinos, sonreír entre dientes a GUAU el miembro canino honorario de la cuadra, y esperar que llueva o que haga demasiado frío para decirse a sí misma que era hora de regresar a casa. Pero conozco a mamá y al pasar por Nueva Luna, justo en la puerta de ingreso principal, casi simultáneamente después de tocarse la nariz o estornudar, empezaría con su ritual extenso de preguntas, ¿Debería entrar o no?, ¿Este abrigo rojo es demasiado rojo? Nadie más que Paula, se animaría a interrumpir su espinoso monólogo, la pelirroja, la mujer rusa que llevaba una bufanda con los colores del arco iris, la misma que horas más tarde le explicaría cada una de las fotografías en la exposición y le diría que ella tiene el disco del tema musical que sonaba a las 8.45 pm, Moonlight sonata de Beethoven. Esta sonata había sido su compañera de viaje durante las noches húmedas en las que escribía cartas a Dostoievski, uno de sus escritores preferidos, también de nacionalidad rusa pero tímido, no como Paula aún en sus noches húmedas; ella ya me había explicado que eran húmedas, no por problemas de calefacción o por cambios en el clima, sino porque cada vez que escribía, lloraba, Paula es una de esas personas que cuando ríen lloran, otro tema irónico como el día que conoció a mamá.Jamás me mostró las cartas, pero imagino el nombre con el que firmó, Paula la invisible o La Sandía Rusa porque rara vez deja de sonreír, ambos creemos que es un tic nervioso. Cuando me disponía a cambiar de canal eran las 8.50pm, debía dejar de ver los Menos Chiflados, programa que sólo yo entendía, a mamá no le gusta hablar de filósofos porque dice que no pueden ser ni alegres ni tristes. El conductor de Los Menos Chiflados, era un hombre pequeño con vocación de nacimiento, disfrazado de manzana, y el micrófono también tenía forma de manzana, durante la primera temporada comí obligatoriamente manzanas todas las noches. Mamá y Paula llegaron como a las 10 pm. aunque yo estaba algo preocupado porque había olvidado llevar la cesta con ropa sucia al cuarto de lavandería, y creo que esa noche le dije Cristina dos veces, Cristina, el nombre de la pluma de escribir que me obsequió papá antes de morir. Ella sonriendo me dijo, Paula, recuérdame como Paula La Sandía, años más tarde entendería esa rara descripción. Nos sentamos los tres a ver una película, mamá cree que hacerme ver Yo No Fui, me hace ser ordenado con los pocos juguetes que conservo y con los libros de la escuela, pero la realidad está muy lejana de ser lo que ella piensa, cuando soy ordenado lo hago pensando en que ya tengo cosas que desordenar. Mamá y Paula se veían más tiempo del que yo las veía juntas, lo sé porque la mirada de mosca de mamá comenzó a cambiar con las visitas semanales, y ahora se parece más bien a la de un caracol. Yo me llevaba muy bien con Paula, porque no hablábamos de carros de moda o del color de temporada, ambas cosas eran típicas de mamá, nosotros hablábamos de las cosas que nos daban risa, por ejemplo lo que el ratón me dio por mi primer diente, o sobre los personajes que mamá inventa cuando no quiero tomar la leche. El 3 de octubre, Paula vino con el auto más reluciente que otros días, el sol golpeaba mis ojos chinos como a una pelota de fútbol, sin pensarlo ella me dijo:¿ Tomamos coca cola helada antes que venga tú mamá? , tenemos que hablar Julio. Acepté su invitación moviendo la cabeza, le di un abrazo y le dije: ya termine de escribir las dos cenicientas. ¿A mamá le gustan los cuentos de hadas por las princesas, verdad Paula?





The mouth of the silent.